miércoles, 22 de octubre de 2008

Un hombre y su perro




En el barrio de Les Corts viven las personas que viven en todos los sitios. Está la panadera, el señor que te pone un café y te sonríe , el del café de al lado, que siempre está echando espuma por la boca, la gallega, la andaluza, las madres de los niños, los dueños de los perros, las abuelas de los nietos y la juventud revoltosa que posa latas de cerveza en los alféizares de las ventanas de la biblioteca y se olvidan de retirarlas de allí.

Les corts es un barrio cualquiera, cerca de Sants, colindando también con el lugar que vió al yoyas nacer, tranquilo porque sí y desgañitado por el Camp Nou.

Y hoy toca, en concreto, hablar de uno de los miembros de un subgrupo del grupo que es Les Corts. De un individuo y su perro.

Este señor vive cerca, muy cerca de este habitáculo rectangular donde estamos ubicados. Le vemos a menudo pasear, muy sonriente, un perrito yorkshire terrier entre sus brazos. Nunca he visto al perrito caminar, siempre acurrucado en su regazo. El hombre mira hacia todas partes, con la cabeza alta, orgulloso, necesitando nada más que lo que tiene. Anda y sonríe, habla por lo bajinis, se tambalea ebrio de felicidad... y todos pensamos: "es un loco"



Hace una semana le ví pasar por mi lado y su aura se había desvanecido. Miraba hacia el suelo y no sonreía. Llevaba las gafas empapadas en lluvia y caminaba sin rumbo; hacia donde siempre, pero sin rumbo.

Días después recibí la noticia de que lo habían visto sentado en un banco a las intempestivas 7.30 de la mañana. Lloraba desconsoladamente. Estaba solo.



No puedo concluir otra cosa más que...quizá yorkshire terrier haya pasado a mejor vida. Y sin duda, su dueño, ha quedado irremediablemente arrojado al mundo en soledad. Como un perrito al que abandonan...

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