miércoles, 8 de abril de 2009

Barcelona llora.



Un dolor sin consuelo,
como debe ser el dolor.


Un dolor que,
o desespera, o redime;
que lo extraña todo
con inaguantable “repugnancia dulzona”.


Un dolor que ya no exige compasión.


Que me lleva hacia las olas,
me arrastra bajo las ruedas,
me esconde entre el centeno
y me pierde en el camino.


Esto es la vida, sí,
debe ser esto.


Pues no me he sentido más viva
desde que nací.


Y así te comprendo, mundo,
así te tengo entre mis brazos.
Así me acunas en el regazo
del vacío y la soledad.


Desprenderse de uno mismo,
de acuerdo,
desapego necesario,
quizá.


Pero aquí te tengo,
alma mía,
obligada a borrar las horas
que se fueron y se irán.


No te redimo,
no.
No me olvido
de que eres yo.


Destruir el yo mismo,
lo único importante.


Vivir en el vacío calmo
de la obsoleta esperanza.


Sospecho que tengo
la solución a nada.


Fíjate:
Esfumarse tras equivocarse.
Marcharse tras haber actuado.
Huir de aquello que arraiga..


Matarse a cada instante...
no es tristeza lo que provoca
es simplemente que alcanzo

sensación de eternidad.

No hay comentarios: